MAL DE ESCUELA
En este libro se aborda el tema
de la educación y la escuela desde el punto de vista de los malos estudiantes y
para ello el autor nos cuenta en primera persona su experiencia como mal
estudiante. Un estudiante que no entiende la aritmética, sin capacidad de
memorización, al que las lecciones que aprende por la tarde se le evaporan por
la noche y al día siguiente lo ha olvidado todo. Un estudiante que detesta las
mayúsculas ya que toda palabra marcada con una mayúscula estaba condenada al olvido
inmediato, que era nulo para las lenguas extranjeras ya que las palabras en
inglés se le esfumaban tan rápido como los nombres propios.
Un libro que recoge el dolor y
la angustia que acompañan a los malos estudiantes. Como el mismo autor nos dice
“un libro sobre el dolor compartido del zoquete, sus padres y sus profesores”,
sobre el dolor de comprender los daños colaterales que acompañan al ser mal
estudiante.
Y es que el autor, además de mal
estudiante, trabajó durante 25 años como profesor de francés en un instituto de
Paris. 25 años, 2500 alumnos, algunos con grandes dificultades. Entonces ¿cómo
se salvo este alumno zoquete? ¿Cómo consiguió transformarse de mal estudiante a
profesor en cuestión de 10 años?
El autor nos cuenta que fue
gracias a 4 maestros que supieron sacar lo mejor de sí mismo. ¿Cómo puede tener
tan claro el autor que fueron 4 con la gran cantidad de maestros que pasaron
por su penosa vida de estudiante? ¿Cómo puede tener tanto poder un simple
maestro, o 4 maestros en este caso, para sacar a un alumno del fondo del pozo de los malos resultados y
el ostracismo y llevarle a estudiar una carrera universitaria?
El primero de ellos fue un
profesor de francés que ante la facilidad del
alumno para inventar excusas a los trabajos no entregados decide
librarle de las redacciones a cambio de que escriba una novela. ¿Cómo pudo
aquel viejo profesor de francés
descubrir al narrador que triunfaría escribiendo novelas cuando no era
capaz de escribir dos renglones seguidos sin faltas de ortografía? Y es que
aquel profesor fue el primero que le concedió un estatus, que le trato de
manera singular, como a una persona entre la masa de estudiantes.
El segundo fue un profesor de
matemáticas que amaba tanto la materia que impartía que no podía consentir que
resultara repulsiva para algunos alumnos especialmente negados. Ponía tanto
interés y énfasis en las explicaciones que todos esos números y conceptos
abstractos iban acomodándose poco a poco en las cabezas de sus estudiantes hasta empezar a cobrar sentido.
La tercera fue una profesora de
historia que era capaz de encarnar la historia de traer a clase las batallas,
hazañas, pactos y tratados sólo con su modo de gesticular y comunicar.
El cuarto y último fue un
profesor de filosofía quien despertó su espíritu. Que le hacia irse a casa con
una pregunta en sus mentes y meditar horas y más horas sobre su respuesta.
¿Que tenían en común estos
cuatro profesores? Todos ellos estaban poseídos por la pasión comunicativa de
su materia, todos ellos amaban su materia y transmitían en sus clases no sólo el saber de sus respectivas materias
sino el deseo de saber.
El libro nos habla también de su
experiencia como profesor de francés con alumnos con dificultades de
aprendizaje. Pero no ha modo de recetas ya que es bien sabido que en educación
lo que funciona para una determinada clase en un determinado momento no tiene
porque funcionar para otra, sino como ejemplos en los que supo hallar la
fórmula para enganchar a un alumno que se estaba perdiendo o para conectar con
una clase que viajaba a la deriva.
Los profesores debemos analizar
cada clase y dentro de cada clase a cada alumno o grupo de alumnos para adaptar
nuestras clases, adaptar los conocimientos que debemos transmitir a ese alumno
o grupo.
Los docentes debemos comprender
que los alumnos y los grupos no son estáticos sino que van cambiando a lo largo
del curso, que son distintos de un día para otro, incluso de una clase a otra
dependiendo del momento del día o de la clase anterior. Y además, los son alumnos con dificultades son más
sensibles a este tipo de cambios. Los alumnos buenos tienen el don o la
capacidad de mantener su concentración y su capacidad de atención independientemente del momento del día o de
la clase anterior, pero eso no sucede con los alumnos con dificultades y eso es
algo a lo que como decentes debemos prestar la debida atención.
Y en esa extensa experiencia no
falta algún fracaso. Tenemos que comprender que aunque intentemos ajustarnos en
cada momento a nuestro alumnado siempre habrá un alumno o alguna clase con la
que no seamos capaces de conectar y entonces lo que tendremos que hacer es
seguir luchando por ese alumno o esa clase para conseguir extraer, sino su
máximo potencial, al menos todo lo que esté en nuestra mano.
El libro nos relata la angustia
de los padres de los malos estudiantes, de su búsqueda de un colegio mejor, de
una solución para los problemas de su hijo, de un buen colegio para malos
estudiantes.
Nos habla de como estos mismos
padres son cómplices de las mentiras piadosas de sus hijos para ir tirando en
el día a día hasta que la realidad de las calificaciones al final del curso le
vuelvan a poner en su sitio.
El autor reflexiona en el libro
sobre la exclusión y el dolor que sienten los malos estudiantes pues no se
sienten aceptados ni comprendidos ni por sus compañeros ni por sus padres ni
por sus profesores. Pero no es un libro de dolor o angustia sino de humor y
ternura que en algunas partes puede considerarse poético. Un libro en
definitiva que llega al alma. Un libro de amor, del amor de algunos profesores
por su profesión y por sus alumnos y que gracias a este amor logran salvar del ostracismo
a esos zopencos, a esas ovejas descarriadas que logran volver a la senda del
estudio y el trabajo gracias al amor y a la bondad.
El libro pretende mejorar el
sistema educativo, hacerlo más flexible para que pueda adaptarse mejor a los
alumnos con dificultades. Pretende a su vez concienciar al profesorado sobre la
necesitad de comprender mejor a nuestro alumnado, especialmente a los que más
ayuda van a necesitar, hacernos reflexionar sobre la importancia de amar
nuestro trabajo y trasmitir ese amor, junto con nuestros conocimientos de forma
que no se quede en la superficie de los buenos alumnos y penetre hasta en las
mentes de alumnos con más dificultades.
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